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"Linaje Sin'dorei" [Biografía (Gala)]

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Mensaje  Galaën Dom Mayo 31, 2009 10:36 pm

*Galaën alza la mano e indica que te sientes con amabilidad*

- Saludos, hermano. Agradezco que hayas venido hasta aquí para oír mi historia, aunque poco tenga de heroico o de increíble.

"Nací en la Aldea Brisaveloz, en el seno de una familia que presumía de amistad con los Brisaveloz, nobles de la zona. La misma Sylvanas había acogido a mi hermana como forestal a mi servicio, así que contábamos con riqueza e influencias.
De mi infancia hay poco que decir, nací ente varios hermanos, con un buen futuro y un linaje prometedor. Los Solbrillante irradiábamos gloria.

Los dos primeros, Tahnir y Ilhad, ingresaron a su debido tiempo en los Caballeros de Sangre junto a mi padre, Kyr'alar. En el día de su nombramiento (Ilhad iba avanzado a su edad) mi padre se hinchó de orgullo ante la mirada de toda Quel’Thalas.
Por desgracia, los tres murieron al quedarse aislados del ejército de Sylvanas en la lucha contra Arthas. Sé que lucharon valientemente para defendernos a todos y que lo dieron todo hasta el final y les honro al alba con ofrendas y fuegos sacros.

Luego estaba Kaethian, que demostró una gran habilidad con la magia. De él no diré nada, sobra con decir que se enamoró de la locura de nuestro rey Kael'Thas y que se ha amargado tanto en sus sueños que ahora su mente enfebrecida se ha corrompido.
Espero poder encontrarle un día para vengar nuestro linaje... No habrá compasión para los que deshonren el nombre de los Solbrillante.

Más tarde nació Yhunara, que con el tiempo se convirtió en una admirable forestal que formaba parte de las partidas de caza de Lady Sylvanas. No era ni por asomo su preferida, pero su nombre era conocido y se le respetaba. Ella era feliz con su modesto estilo de vida, cómodo y discreto a su manera.

Y yo fui el último. No es que fuera un niño escuálido o especialmente débil, simplemente fui requerido para unas pruebas en el Sagrario del Sol. Visto que tenía habilidades para la magia, entré en las Escuelas de Magia de Lunargenta y más tarde de Dalaran. Aunque se hacía duro no poder ver a mi familia por las distancias, ellos solían enviarme mensajes, comida o venía uno de mis hermanos a visitarme.
Pero realmente aburrida fue mi estancia en Dalaran.
Por su situación se hacía imposible que ninguno de mis hermanos viniera por mí, si acaso de paso, así que me dediqué a mis estudios y a los compañeros de clase. Aprendí no solo a dominar el los distintos tipos de magia y Hechizos, sino que también quise aprender a imbuir objetos con ellos. Lo que ahora se conoce con el nombre de Encantamientos. En contra de voluntad tuve que aceptar hacer clases complementarias de Sastrería, y aunque pincharme y cortarme eran costumbres diarias al final le cogí el truco. Hacía vestidos magníficos con los que empecé a conseguir algo de dinero, puesto que a los estudiantes no les era permitido recibir dinero de sus familias. Así se aseguraban que podían vivir en la ciudad sin coste alguno y además aprendían a ganarse la vida.

Yo estudiaba, ajeno al avance de Arthas y su Plaga. Mi pueblo moría mientras repasaba hechizos o paseaba por las calles de Dalaran.
No supe nada de Arthas hasta que se dio la alarma en Dalaran y unos pocos acudieron a la defensa de Quel’Thalas. Yo permanecí en la ciudad porque a los alumnos de nivel inferior se les prohibió ir a luchar sin haber demostrado su dominio de la magia.
Pasé días preocupado y ajetreado, hasta que llegó Yhunara a Dalaran, formando parte de unos refugiados que fueron atendidos por magos. Por suerte, estos les enviaron a Dalaran. De ella supe la suerte de mi padre y mis dos hermanos. Más tarde, por boca de mi madre, que se había quedado para cumplir el designio de Rommath, descubriría por la locura de Kaethian.

Aunque la ciudad también fue asediada, resistió gracias a una combinación de barreras mágicas y poderosos hechizos del Kirin Tor, así que los habitantes apenas nos enteramos. O al menos hasta que Arthas y Kel’Thuzad, dirigidos por el gran Archimonde, dirigieron su mirada hacia nosotros. Aún con la resistencia del Gran Archimago Antonidas, la ciudad cayó por la posesión de un libro demoníaco, el libro de Medivh.

Archimonde arrasó nuestra ciudad y quedó destruida. Con el tiempo, el Kirin Tor reconstruyó Dalaran, aislándola totalmente del resto del mundo, encerrada en su barrera protectora. Aunque la mayoría de magos continuamos nuestros estudios ahí, se nos prohibía terminantemente mediante un juramento mágico de hablar de la ciudad. Tenía que parecer olvidada, inaccesible dentro de la rosada muralla.
Aunque la mayoría de magos continuamos nuestros estudios ahí, se nos prohibía terminantemente mediante un juramento mágico de hablar de la ciudad. Tenía que parecer olvidada, inaccesible dentro de la rosada muralla.

De esa guerra cruenta, de ése desastre en Quel’Thalas, de ahí vino el interés y la fascinación por la historia de mi pueblo. No podía creerme que había estudiado en las mismas aulas en donde lo hizo Anasterian, y más recientemente, Kael’Thas. Me reprochaba no haberle podido conocer.

Pero también aprendí de Ronin, gran mago aprendiz de Krasus (quizá hayas oído su otro nombre, Korialstrasz), la corrupción de la magia por parte de algunos Altonatos, pues él había luchado en la lejana Hyjal. Eso me hizo decantarme, más tarde, a la hora de la elección, por ingresar en la Escuela Arcana. Me parecía la magia más estable, pura y no destructiva. Con la memoria fresca del desastre de la Fuente del Sol, elegí ser cauto y “la Arcanidad” era la magia más segura y controlable. Aunque aprendí a combatir a mis enemigos, mis estudios también me proporcionaron un estupendo conocimiento sobre el uso de magia sin fines bélicos.

Y casualmente, practicando mis deberes diarios, conocí mi don. Estaba sentado enfrente de una chimenea donde crepitaba un fuego fastuoso, elevando encima de mis palmas varias esferas relampagueantes. De repente, por distracción supongo, una se escapó y fue a estallar en medio de la hoguera. Ni que decir tiene que voló todo por los aires y que me encontré en el suelo con el butacón encima. Por suerte ése día no tenía visitas en mi habitación.
Corrí a apagar el fuego con la jarra del agua (no estaba suficientemente concentrado como para no liarla con más magia), y aunque curiosamente el fuego había seguido quemando, no se había extendido. Es más, cuando me acerqué a una de las llamas que aparentemente consumía la puerta de entrada, me extrañé de que en realidad la puerta no estuviera dañada. Me atreví a tocar la llama. Me quemé. Iluso de mi, demasiadas historias heroicas que me había creído!
Descubrí que, aunque no conseguía impedir quemarme, sí podía alterar, controlar y crear la llama en mi mano. Con el tiempo se lo expliqué al profesor, que me mandó a otro superior, y así sucesivamente.
Al final, concluyeron que tenía una innata habilidad con el fuego y en cuanto acabé mis estudios arcanos me mandaron a la Escuela Pírica. No era ni de lejos el primer caso de alumnos con un don especial para una determinada naturaleza de la magia, ni tampoco el único en estudiar en dos Escuelas, pero aún así causé un modesto revuelo en la ciudad y entre el profesorado y los estudiantes. Aún así, como no salió de la ciudad, pude continuar estudiando sin ser requerido por nadie. A decir verdad, me daba miedo que pidieran mi ayuda y mi don para ir a la guerra. No quería morir. El recuerdo de mi familia aún perduraba en mi memoria.
Por suerte, cosiendo y vendiendo, y con algún trabajillo eventual, había ahorrado bastante, porque unos estudios “extras”, aún contando con el apoyo del Kirin Tor, salían realmente caros.

Estuve nueve años más estudiando el calor y la fuerza del Fuego, apasionándome por él, fascinándome cada noche con una llama magnífica en mi palma, de la que presumía en mi habitación vacía.
Estaba solo. Mis compañeros, o habían vuelto a Quel’Thalas, o nos habíamos girado la espalda. Éstos últimos, evidentemente, fueron mis compañeros humanos. Aunque no todos, la mayoría no me hablaban, así como los elfos no les hablábamos a ellos. Por suerte, los Archimagos y Señores de Dalaran eran neutrales en las luchas entre razas, ocupándose solo de la política local.
Pero yo creía firmemente en “nuestro bando”. Mi linaje y mi familia, junto con los antepasados, estaba encadenados al fuego, estaba seguro. Venerábamos al Sol, su soberbia y su candente poder ilimitado. Descubrí la pasión de la patria y el orgullo que caracteriza a mi raza afloró en mi joven corazón. Negué el pasado de los Altonatos, que con prepotencia corrompieron la magia, y defendía los sin’dorei como unos recién nacidos. Ardía en deseos de volver a mi amada tierra, de hacer algo, y la pasividad del estudiante enclaustrado desapareció de mi, quería seguir al nuevo Rey Caminante del Sol en su cruzada para encontrarnos un nuevo hogar. Ciertamente, cambié mucho.

Para bien o para mal, crecí así.”

[...]

*Galaën cierra los ojos un momento y suspira tranquilo. Acariciando a uno de los gatos que hay en la habitación, le susurra unas palabras extrañas. Taimado, el gato se aleja, busca entre una estantería y vuelve con un extraño fruto. Tras agradecérselo y darle un bocado, te mira otra vez. Alza la mano y muestra la extraña manzanita que rezuma una especie de gas anaranjado*


- Disculpa, es por la magia, ¿comprendes? Un pequeño vicio.

*Se relame los labios y le pega otro generoso mordisco*
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Mensaje  Galaën Dom Mayo 31, 2009 10:37 pm

-¿Por dónde iba? Ah, si, mi salida de las Escuelas. Pues bien, cuando...

“... finalmente, terminé mis segundos estudios, decidí marcharme de Dalaran. Ronin y los demás grandes magos me hicieron jurar silencio en todo lo referido a la gran ciudad. Juré y me despedí de ellos, así como de mis amigos y compañeros. También los Grandes Magos me desearon suerte, como era costumbre.
Me enseñaron el hechizo necesario para salir de la ciudad, y tuve que practicarlo unos día antes de asegurarme que no habría sorpresas desagradables. Durante ese tiempo me forcé a no decir nada, para probarme a mí mismo si sería capaz de mantener el secreto.
Y me fui de la Ciudad Violeta. Me llevaron con un portal hasta mi tierra, tal y como les pedí.
Aparecí en la Isla del Caminante del Sol, donde pude visitar el túmulo de Dath’Remar, nuestro primer Rey, y a quién admiraba profundamente. Allí descubrí una de las muchas dolorosas verdades que se nos habían ocultado en Dalaran. No todos los de mi pueblo habían sobrevivido a la Guerra de Arthas. El paraje estaba prácticamente intacto, pero muchos de sus habitantes se habían convertido en sombras de lo que fueron, llamados ahora los Desdichados.

El primero que vi fue un llamado Felendren, un antiguo alumno de la pequeña escuela de magia que había en la Isla. Parecía decrépito y moribundo, pero tenía una fuerza increíble. Su agonía en busca de magia le había vuelto un Desdichado.

Conocí un joven paladín, impetuoso y animado, que había venido a ver a Dath’Remar. Nos hicimos buenos amigos, y aunque yo crepitaba mis llamas por la pasión de llegar a mi tierra para forjar un futuro increíble y glorioso, y era impetuoso, él era un auténtico fanático. En cuanto supimos de Felendren, quiso verlo él mismo. Ambos quedamos horrorizados por la dependencia de la Fuente del Sol. Daba incluso miedo.
Quisimos hablar con él, creímos que aún podíamos salvar al pobre que antes había sido como nosotros.
Obviamente, respondió solo con gritos y golpes, tan enfermo estaba.
Eanil se dio cuenta enseguida de que no podíamos hacer nada. Era valiente y imprudente y se cansaba rápidamente de las idioteces del Desdichado. Cuando se hartó y empuñó su enorme espada, decidido a cobrarse todos los golpes de una vez por todas.

Y aunque me gritaba y me reclamaba ayuda para matarle, fui incapaz de matar al pobre diablo. No, no podíamos hacer eso, tenía que haber un modo, una forma de redimirle...
Y al final, abrumado por la salvaje locura de Felendren y por mi pasividad, cayó. Lo único que pudo hacer desde el suelo mientras agonizaba fue mirarme, mirarme con esa mirada que me perforó la cabeza y me llegó al alma. Me fui.

Fue duro, pero aprendí que la supervivencia no entiende de compasiones. Era o los Desdichados o nosotros, y tenía muy claro a quién amaba y respetaba. Aunque ahora veo a Eanil como un paladín egocéntrico y orgulloso y maldigo su vanidad, aún me retraigo no haberle ayudado.

Dicen que se aprende a golpes y a caídas. Y el Sol fue testigo de que así fue, recorriendo el Bosque Canción Eterna de este a oeste y de norte a sur. Desde la Plaza Alarcón a los Poblados Amani del sureste, que devasté con tanta devoción por mi pueblo. Me enamoré de la nueva Lunargenta y de la tierra que me había acogido de pequeño. Quel’Thalas parecía renacida, una roca que resiste las insistentes olas del mar maldito.

Solamente los Desdichados y la Cicatriz Muerta me ahogaban el sentimiento que se habitaba en mí. La primera vez que vi el camino que Arthas abrió hasta Lunargenta, no pude creerlo. Acababa de pasar unos días tranquilos en la Plaza Alalcón, y había pedido el camino a Lunargenta para aprender de sus mejores sastres y encantadores, porque sabía mucho menos de lo que me creía. Al principio no entendí lo de “pasar la Maldición de Quel’Thalas”, pero cuando lo vi me cayó el alma a los pies. La muerte en persona parecía haberse pasado por ahí, trayéndose su negra pasarela. Los no-muertos deambulaban por ella, mirando los bosques cercanos con una sonrisa gris.

Un grito de orden me llamó la atención, y atendí a un pequeño grupo de forestales elfos que antes no había advertido. Defendiendo la puerta de la Antigua Lunargenta, parecían un pequeño escollo, pero aguantaban las embestidas esporádicas con una resolución suicida. Aún quedaba orgullo y firmeza en la tierra de los Sin’dorei.

Hay poco que decir desde entonces. Combatí a la Plaga y los Amani en Tranquillien y conocí allí a los Renegados. Nunca me ha hecho mucha gracia pelear junto a los que un día destrozaron mi amado bosque, pero con decirme que se habían rebelado a Arthas para ponerse al servicio de Lady Sylvanas Brisaveloz ya se ganaron mi confianza.
¡Sylvanas se había liberado del yugo del Maldito! Quizás mi hermana aún siguiera viva a su servicio.

Una vez terminadas las hostilidades en las Tierras Fantasma, y habiendo cortado la cabeza al cabecilla Amani más problemático, eso sí, con una satisfacción sangrienta, le tocó el turno a la Plaga.
Me uní a un ejército pequeño y anónimo de elfos decididos a acabar con Dar’Khan Drathir, el nigromante al servicio de Muerthogar. Le cortamos la cabeza y nos la llevamos a Lunargenta. Así descubrí a la Horda.

Previamente ya me había encontrado con la Alianza, un espía enano y numerosos keldoreis que invadían nuestras costas. Pero una cosa era defender mi tierra y otra luchar por una Horda que apenas conocía. Hablé con Sylvanas en persona y ésta me mandó llevar un mensaje a Thrall, el líder de la Horda. Esperando encontrar un orco bestial y sediento de sangre, me encontré con un espíritu comprometido con sus ancestros pero que no perdía la cabeza por la guerra.
De ahí a Cima del Trueno, Cairne Pezuña de Sangre. Los taurens me fascinaron. Su chamanística cultura y sus pacíficas creencias conquistaron mi respeto.
De paso, tuve noticias de Yhunara. Al parecer, tras el levantamiento de Sylvanas se había re-alistado en sus filas como hizo antaño, y ahora luchaba por la Horda.

Pensé que si mi hermana luchaba por la Horda yo también podría. Me informé por todos bandos, y tras haber aclarado que la Horda no era, ni mucho menos, un ejército de locura asesina, me puse a su servicio. Thrall no era como Grom o Orgrim.

Siempre he sido fiel a mi tierra, mi patria, mi raza, mi linaje. Por ellos combatiré a los Amani y la Plaga. En el pasado ya he exigido muchas veces el "derecho" de la venganza.

Después de mi deber por nacimiento está mi deber por honor a la Horda. Por ello combatiré a la Alianza. Y ahora, como tantas veces, exijo venganza.

Y por último, aunque me pese, Kael’Thas ha llegado a un límite al que no debería haber llegado. Su responsabilidad como Rey era honrar nuestro pueblo y protegerlo, no humillarlo y destruirlo, pactando con demonios. Se le ha ofrecido la redención y el perdón y ha elegido dar la espalda a su linaje. Así que, otra vez, tomaré venganza.

Sin la muerte de Arthas, el asesino de mi familia, no tiene sentido el futuro, en un mundo que sería consumido por la muerte. Sé que todavía queda mucho camino por hacer hasta su caída, pero yo ya estoy atrapado en la cadena de la venganza, así que no me echaré atrás. Quizá así consiga salvar a otros de caer en ella.

Luchamos por el Honor y por un Orgullo ancestral. Y todos caerán ante todo esto.”


Última edición por Galaën el Miér Sep 02, 2009 10:27 am, editado 2 veces
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Mensaje  Galaën Dom Mayo 31, 2009 10:40 pm

OFFROL:
Aquí anoto los nombres propios de lugares o personajes importantes que he incluido en la historia por si se hace difícil entenderlo.
1. Los que no estén aquí son nombres inventados para mi historia, como por ejemplo, los de la familia o amigos.
2. Todos están ambientados en la historia real del wow, que colgaré pronto para el disfrute de todos Smile

Lady Sylvanas Brisaveloz:
Actual Reina de los Renegados. Antaño la General Forestal de Quel'Thalas, asesinada por Arthas, que la convirtió en una "fantasma" para incluirla en su ejército. Se rebeló a su poder y "fundó" en bajo las ruinas de Lordaeron la ciudad subterránea de Entrañas, convertida en capital de los Renegados.
Aunque se ha unido a la Horda, algunos decían que solo pretendía crear una "Nueva Plaga" para vengarse de Arthas. Este rumor se ha desmentido con la reciente traición del Boticario Putress y Varimathras.

Quel'Thalas:
El reino elfo de los Biennacidos que emigraron dirigidos por Dath'Remar Caminante del Sol. Comprendía la isla de Quel'Danas, el Bosque Canción Eterna, las Tierras Fantasma y probablemente parte de las Tierras de la Peste del Este. Aunque la alianza con el reino humano de Arathor con los elfos salvó el reino de los Amani, fue destruido, junto con la Fuente del Sol, por Arthas.

Los Sagrarios (del Sol, de la Luna, del Oeste, del Este...)
Especie de templos de Quel'Thalas para mantener una "Línea Ley" con las runas (monolitos arcanos) que formaban una barrera mágica contra los Amani. Aunque la mayoría están en ruinas, algunos siguen funcionando.

Dalaran:
Ciudad fundada por magos humanos (entrenados por los elfos) para vivir libremente. Liderada por los magos del Kirin Tor (organización de magos de Dalaran), se convirtió en un importante foco de poder y sabiduría hasta que Arthas la asedió y destruyó con la ayuda de Archimonde. Reconstruida por el Kirin Tor, actualmente está en Rasganorte, donde combaten a Arthas.

Rommath:
Gran mago elfo de sangre enviado a Lunargenta por Kael'Thas desde Terrallende. Allí dió un mensaje de esperanza a los sin'dorei: su Rey volvería para traer la magia de nuevo a Quel'Thalas, junto con su gloria.
Se le puede encontrar en la Aguja del Sol, en Lunargenta.

Kel'Thuzad:
Archimago rebelde de Dalaran que viajó a Rasganorte en deseos de poder. Sirvió al Rey Liche (que más tarde se "fusionaría con Arthas) y le ayudó a extender la Plaga por Azeroth. Dicha plaga se llamó "El Azote", porque preparó el terreno para la invasión de la Cruzada Ardiente.

Archimonde:
Demonio de la raza de los Eredar, de los de más rango al servicio del Titán-Dios Sargeras, igualado solo por Kil'Jaeden. Participó en el retorno de la Legión, traído por el portal de Kel'Thuzad. Encadenó Dalaran en donde queda hoy el cráter y fue el general que dirigió la Batalla del Monte Hyjal y que debía invocar a Sargeras. Presuntamente derrotado por Malfurion Tempestira y Cenarius.

Antonidas:
Gran Archimago humano de Dalaran. Fue el líder de Kirin Tor de Dalaran y profesor de la Archimaga Jaina Valiente, líder del reino de Ventormenta en ausencia del Rey Varian. Aunque combatió la Plaga valientemente, creando una pared de protección alrededor de la ciudad que destruiría a cualquier criatura no-muerta que entrase en ella, no fue suficiente, y Arthas la atravesó. Murió bajo su espada y con él, las posibilidades de defensa de Dalaran.

Medivh:
Humano hijo de la guardiana Magna Aegwynny ***ver Historia de Azeroth-Aegywnn y la Cacería del Dragón*** y el Archimago de Ventormenta Nielas Aran, nació poseído por Sargeras, a quién Magna creía haber matado. Después de estudiar magia, se confinó en la Torre de Karazhan, donde controlaba los demonios (recordad que estaba poseído por Sargeras) y donde recibió del Kirin Tor a su aprendiz, Khadgar. Éste descubrió la posesión y junto con el amigo de Medivh, Anduin Lothar, Rey de los Arathi de Arathor, le "sacrificaron".
Desde entonces, se ha convertido en "el Profeta", un enigmático personaje que avisó a las razas de Azeroth contra la Legión Ardiente, por ejemplo, a Thrall, y les recomendó huir a Kalimdor.

Anasterian y Kael'Thas Caminante del Sol:
Padre e hijo, respectivamente, del linaje de Reyes de los Altos Elfos (posteriormente, elfos de sangre). Anasterian fue el rey que murió defendiendo su reino de Arthas y la Plaga. Cuando su hijo, Kael, volvió de Dalaran, donde estudiaba, y lo supo todo, se vió forzado a destruir la Fuente del Sol, corrompida por Arthas y la calavera de Gul'dan. Con la ayuda de la Naga Vashj, huyó a Terrallende de los humanos (que le persiguieron por su contacto con Vashj. Kael se alió con ella al estar solo contra la Plaga, los humanos no podían ayudarlo), donde colaboró con Illidian hasta traicionarle y encerrarse en el Castillo de la Tempestad, y, más tarde, la Meseta de la Fuente del Sol (Quel'Danas).

Rhonin (o Ronin):
Rhonin es el líder actual del Kirin Tor. Es un gran y poderoso mago humano que contribuyó decisivamente contra las hordas de orcos al final de Segunda Guerra liberando a Alexstrasza, Reina de los Dragones, de su encarcelamiento por Nekros Aplastacalaveras, un antiguo brujo orco de la Horda Vil que tenía en su poder el Alma del Demonio (artefacto para controlar los dragones, creado por Neltharion).
Combatió junto a Krasus en la Batalla del Monte Hyjal, junto a Illidian y Malfurion.
Actualmente ha decidido que el Kirin Tor debe luchar contra la Plaga en la vanguardia.

Krasus (Nombre en forma de dragón: Korialstrasz):
Consorte de la Reina de los Dragones, en forma humana es un poderoso mago. Combatió como maestro de Rhonin en Hyjal.
Se sabe poco de él, excepto que liberó su amada de Nekros y combatió la Plaga, la Legión Ardiente y Ala de Muerte (dragones negros) con decisión y valentía.

Dath'Remar:
Dath'Remar Caminante del Sol fue quién guió los Biennacidos elfos lejos de sus hermanos druidas. Los Biennacidos eran magos y perdían poder y fortaleza por la destrucción del Pozo de la Eternidad. Exiliados por los druidas, los Biennacidos fueron liderados por Dath´Remar. Finalmente se establecieron en el que un día sería el reino de Quel'Thalas.
Fundó la dinastía de los Reyes Quel'doreis (Altos elfos).

Dar'Khan Drathir:
Antiguo y poderoso mago alto elfo, creyó que los Amani no sería rival. Cuando se vió que si y ayudó a su gente a reconstruir su reino, al no serle reconocido, se enfadó y traicionó a su reino ayudando a Arthas a encontrar un camino hasta la Fuente del Sol. Desde entonces sirve a la Plaga desde Muerthogar.

---->> Aparte ---->> Felendren el Desterrado: PNJ de máximo nivel en la Isla del Caminante del Sol. Controla la Academia Falthrien. Es el primer Desdichado contra el que pelean los "nuevos" elfos de sangre.
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"Linaje Sin'dorei" [Biografía (Gala)] Empty El viejo Phyro

Mensaje  Phyro Miér Nov 24, 2010 9:45 pm

Uau... buena historia. Pero... ¿por qué no salgo yo? XD
En fin, mis felicitaciones. Nos vemos.

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